Esperanza renovada

Ya estás a salvo.
Es lo que me dijo la mujer del centro de acogida, abrazándome con fuerza, cuando aparecí en plena noche, con mi apaleada vida dentro de mi maleta y temblando de miedo.
Ya no te puede hacer más daño.
Es lo que ahora me repite mi reflejo, cuando me miro al espejo del baño de mi refugio eventual. Aquí dentro ya no tendré que curarme las heridas, ni cubrirme con maquillaje los moratones de sus fingidas caricias.
Ya puedes iniciar una nueva vida sin él.
Es lo que me aseguran las demás mujeres del centro, que, como yo, huyeron furtivamente de su hogar, aquel en el que sólo recibían gritos, golpes e insultos.
Ya puedo empezar a ser feliz, a sentirme libre.
Es lo que al fin me digo, sintiendo caer al suelo sus pesadas cadenas.

Soñadora risueña