El día de la marmota clonada

Unos gritos ininteligibles le despiertan. Comprueba con disgusto que se trata de insultos aislados y palabras malsonantes. Duda, pero corre sigilosa la cortina y este gesto le hace recordar con una sonrisa a su abuela. Un hombre camina veloz, seguido por una mujer que arrastra los pies y hunde la barbilla en el pecho.

Al día siguiente mientras pinta una ventana, escucha de nuevo un monólogo estridente. Las mismas palabras, el mismo volumen elevado, el mismo odio del día anterior. Algo no le cuadra. Tarda unos instantes en descubrir la diferencia y se queda paralizada. Hoy no tiene que correr la cortina para ver a un niño que camina veloz, seguido por aquella mujer de postura encorvada.

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