El cebo

Las luces de colores se reflejaban en los sudorosos cuerpos danzantes. Salió de la pista y fue a pedir un cubata. En el otro extremo de la barra, el chico guapo que antes bailaba a su lado la miraba sonriendo. Vio cómo avanzaba entre la multitud sin dejar de mirarla. Cuando lo tuvo enfrente se dio cuenta de que era dolorosamente guapo. Se acercó a besarle y él respondió apasionadamente.

No recordaba la última vez que había sentido su cuerpo incendiarse. No tendría una oportunidad mejor en mucho tiempo: al día siguiente libraba, y, además, llevaba condones nuevos en el bolso.

Él la cogió de la mano y, mientras se dirigían a la salida, ella buscó a su amiga con la mirada, levantó el pulgar y movió el índice en el aire, como diciendo: “he ligado, estoy bien, mañana te cuento”.

Salieron abrazados y besándose. Detrás de ellos, cuatro chicos los seguían entre risas. Uno de ellos, bajando la voz, dijo al resto:
– No falla, siempre hay que poner al más guapo de cebo.

Pesimienta utópica