Arreglo

“Se te ve que eres feliz” me dijo.
En ese momento quise llorar, gritarle y escapar muy lejos. Pero sonreí lo mejor que pude. Me sentía muy pequeña e indefensa, y sucia. Muy sucia. Sólo quería fingir que no pasaba nada, pasar inadvertida hasta que todo se arreglara por sí sólo.
Porque había algo que arreglar: a mí. Eso debía ser, claro. Le quería mucho, por lo que no debía de estar yo bien si no quería ‘hacerlo’ con él. Que después de infinitas horas de biblioteca y universidad prefiriera ver una película en lugar de ‘hacerlo’ con él, dejaba bien claro que algo en mí no iba bien. Y él me quería tanto también, que por eso me sugería que fuera al médico, a ver si es que era frígida. Probablemente no supiera el significado de eso, pero estaba tan preocupado porque a veces no quisiera, por lo que además me hacía comentarios medio en broma delante de sus amigos y los míos, porque “quizás así te des cuenta”.

“Se te ve que eres feliz” aún oigo. Me sigue dando las mismas ganas de llorar.

Yaiza Pérez