Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, en el marco del “Programa para Educar en Igualdad y Prevenir la Violencia de Género. Hacia un voluntariado por el Buen Trato” de Fundación Mujeres, con la financiación del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 a través de las Subvenciones del 0,7 a actividades de interés social.
La crisis climática tiene rostro de mujer. Sus consecuencias no solo afectan en mayor medida a las mujeres, sino que además exacerban las desigualdades estructurales ya existentes. Para poner fin a esta situación y cumpliendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU se ha de desarrollar una educación con conciencia ecológica y perspectiva de género. Gracias a esta, se promoverá la consecución de los ODS 4 “educación de calidad”, 5 “igualdad de género” y 13 “acción por el clima”.
Las mujeres son las más perjudicadas por los efectos de la crisis porque son ellas las que se dedican a cultivar los alimentos, recoger agua para sus comunidades o conseguir leña para utilizarla como combustible, actividades que se dificultan debido a las largas sequías y plagas (entre otros) que ponen en peligro es sostenimiento de la propia vida. La escasez de productos, que aumenta la precariedad y con ello la vulnerabilidad de las comunidades, intensifica las ya existentes desigualdades estructurales y los contextos hostiles para las mujeres.
Este cúmulo de situaciones hace que el 80% de las personas que buscan refugio por causas de la crisis climática sean mujeres y niñas. Ante esta problemática, desde Proyect Drawdown apuestan por una educación ecológica con perspectiva de género para equipar a las mujeres con el conocimiento necesario para hacer frente a los cambios en la naturaleza y en su entorno.
La educación con valores igualitarios, y más concretamente, la educación sexual, también hace aumentar el conocimiento en métodos anticonceptivos y salud sexual, puntos clave para controlar el crecimiento exponencial de la población mundial. Un aumento en la educación de las mujeres conlleva un incremento en sus sueldos y una mayor independencia contribuyendo, así, al crecimiento económico. Una educación igualitaria implica una bajada de la mortalidad en el parto y de los/las recién nacidos/as, así como una menor incidencia en VIH y malaria, según afirman los informes de Proyect Drawdawn.
Esto es, educar en igualdad mejora la autonomía de las niñas y los niños, la relación que tienen con el medioambiente y su propia salud. Una educación con conciencia ecológica y perspectiva de género es clave en el desarrollo de las vías para un planeta más justo y más habitable. En otras palabras, concretamente en las de Malala: “una niña que recibe educación no solo mejora su calidad de vida, sino que puede cambiar el mundo, y para mejor”.
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