Definitivamente no, no existe ninguna determinante que convierta la acción voluntaria en una actividad eminentemente femenina, tampoco que pueda ser desarrollada mejor por las mujeres debido a las características de sus emociones, tendencias o capacidades particulares y, sin embargo, a nivel estadístico la mayoría de las personas voluntarias son las mujeres (Plataforma del Voluntariado de España, 2023).
La razón es fácil de analizar y hasta de identificar: la variante cultural. La socialización diferenciada de género, cotidiana e histórica, los roles asignados, las conductas esperadas y los dones atribuidos a la feminidad: cuidado, abnegación, sacrificio parecen decantar en algunas respuestas lineales: las mujeres no deben aprender a ser generosas porque nacen generosas, cuentan con más tiempo libre y están dispuestas a donarlo para de los demás, las respuestas empáticas y la capacidad de dar contención, consuelo u orientación al otro son, o deberían ser, parte de su ADN.
Estas conclusiones construidas de manera más o menos generalizada a través de silogismos simplistas, además de no representar verdades absolutas, han demostrado ser bastante resistentes a la hora de subvertirse.
En el ejercicio práctico y consciente de separar y analizar el recorrido histórico de la acción caritativa, la beneficencia y la filantropía que dan origen, primeramente, a la noción de socorro siempre atribuida a la figura y rol de cuidado, femenino y maternal, que luego ha dado paso a la evolución de las iniciativas de ayuda mutua y, con el tiempo, a la acción voluntaria como tal, han generado una opacidad y un vacío, como también un cuestionamiento sobre el rol, las competencias o la pertinencia del papel que puedan jugar otros actores sociales, además de las mujeres, en la corresponsabilidad social que tenemos, todas y todos, en la construcción de sociedades en las que deseamos vivir dignamente.
La capacidad de entregar, de brindarse, de conectar e implicarse activa y conscientemente con las y los otros no son un atributo exclusivo de las mujeres, son potencialidades de toda persona, es más, son posibles de observar en muchas especies no humanas también.
Los cambios sociales a los que aspiramos, la equidad que buscamos, las injusticias que rechazamos requieren de una ciudadanía activa, la de todos y todas.
La acción voluntaria es ayudar, pero también transformar, liderar y aprender a estar en el lugar y posición que sea necesaria y útil. También es generosa, sí, porque acepta que esa posición no siempre será en la primera línea y que, muchas veces, cuestionará nuestras creencias más arraigadas, salir de nuestras zonas de confort, constituirnos como referentes proactivamente y atrevernos a participar de espacios aparentemente ajenos.
La igualdad efectiva, la equidad, las sociedades más justas son un camino en el que somos absolutamente necesarias y necesarios. Los cambios sociales se logran sumando y cuestionando. La verdadera implicación supone comprometernos con personas y no con números, con nuestros barrios y comunidades y, por qué no decirlo, estar dispuestos y dispuestas a redescubrir nuestras identidades y capacidades, sin miedo y con amplitud.
En ese sentido, te invitamos a revisar nuestra infografía para conocer más estrategias que nos ayuden a incorporar un enfoque de género en las acciones de voluntariado.
Autora de la nota informativa: Claudia Ormazábal Muñoz, voluntaria de Fundación Mujeres.
Para más información puedes consultar los siguientes documentos «El enfoque de género en el voluntariado. Guía para entidades», «Voluntariado en Plan de Igualdad» de la Plataforma de Voluntariado en España y la «Guía para la Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en el voluntariado» de la Fundación Tomillo.