Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se va a llevar a cabo con motivo del día 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, en el marco del proyecto “Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la Violencia de Género y Educar en Igualdad, hacia un voluntariado 2.0 por el Buen Trato”, gracias a la financiación del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a través del IRPF “OTROS FINES DE INTERÉS SOCIAL”
Cada 28 de mayo, se conmemora el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, el cual busca visibilizar, denunciar y hacer frente a las diversas enfermedades que sufren las mujeres y las dificultades y desigualdades en cuanto a un acceso integral en salud. El propósito de esta campaña es reafirmar que el derecho a la salud es un derecho humano al que las mujeres deben acceder sin restricciones o exclusión alguna. Desde Fundación Mujeres, consideramos importante tener a nuestra disposición herramientas en educación que permitan que el acceso a la salud y a la información sea en un proceso de igualdad real para todas las mujeres.
La Educación para la Salud (EpS), se ha constituido en uno de los mayores intereses en los ámbitos de la promoción de la salud. A lo largo de la historia, la EpS ha sido referida, y en algunos casos confundida, como Educación Sanitaria o Educación en Salud. Sin embargo, su práctica constituye una realidad más amplia en la que subyacen supuestos epistemológicos, teorías, modelos y creencias que influyen no solo en la conceptualización, sino también en la práctica misma y que constituyen elementos esenciales para el quehacer social y/o profesional.
Desde un marco de promoción, en el que se encuadra la EpS como elemento clave (Carta de Otawa para la Promoción de la Salud, 1986), esta sería una forma concreta de trabajo orientada hacia la adquisición, por parte de la población, de conocimientos y habilidades para intervenir en las decisiones que tengan efectos sobre la salud.
La EpS ha sido propuesta como una de las aspiraciones más fuertes para luchar por la equidad y pretender alcanzar una población saludable con autonomía y capacidad de hacer elecciones adecuadas para su propia salud. Sin embargo, el desarrollo práctico de este concepto no ha sido consecuente con este ideal, especialmente cuando nos referimos a la salud integral de las mujeres, por lo cual se hace inminente la aplicación de la perspectiva de género en la EpS.
La EpS, como herramienta de la promoción de la salud en las mujeres tiene que ocuparse, por un lado, de crear oportunidades de aprendizaje para facilitar cambios de conducta o estilos de vida saludables; así como, de centrarse en que las mujeres conozcan y analicen las causas sociales, económicas y ambientales que influyen en la salud de la población, ayudando de esta forma, a la superación del papel tradicional que se ha atribuido a la EpS, limitado fundamentalmente a cambiar las conductas de riesgo de las personas, convirtiéndose en un potente instrumento para el cambio.
Incorporación de la perspectiva de género en la EpS
Al incorporar la perspectiva de género en salud, lo que se busca es reconocer que más allá de las diferencias biológicas de sexo, existen distinciones de género socialmente construidas entre mujeres y hombres que afectan diferencialmente a la salud de unas y otros y su respectiva posición dentro del sistema de salud. Esta distinción cultural entre las esferas femenina y masculina, lejos de ser neutra, se asocia con relaciones desiguales de poder entre los sexos, que se traducen en diferencias de riesgos, necesidades, contribuciones, acceso y control sobre los recursos en salud. El género –junto con la clase y la etnia– es un determinante clave de las oportunidades de salud, tanto en el nivel individual y familiar, como en nivel macro de asignación de recursos dentro del sistema.
Para integrar la perspectiva de género en las acciones de promoción y prevención de la salud, hay que revisar cómo se dirigen las políticas públicas, las características de los entornos en los que unas y otros se desenvuelven, la diferente participación de mujeres y hombres en las acciones comunitarias, y la corresponsabilidad del cuidado de la salud, así como la influencia de los roles y estereotipos en las habilidades y actitudes personales que potencian o restringen de manera específica las oportunidades para las mujeres y hombres, y la calidad de los procesos de la atención sanitaria. Será necesario tener en cuenta que hay que cuidar que los mensajes y actividades preventivas que se diseñen, no reproduzcan los estereotipos de género y perpetúen las desigualdades en salud.
Utilizarla como una herramienta, ayuda a comprender más profundamente no solo la vida de las mujeres, sino también la de los hombres y las íntimas relaciones que se establecen entre ambos. Este enfoque cuestiona los estereotipos con que se nos educa, y abre la posibilidad de elaborar nuevos contenidos de socialización y relación entre los seres humanos.
Implica además, relacionar la distribución del trabajo/espacios/ejercicio del poder de la población con los perfiles epidemiológicos, las condiciones de acceso a los servicios, el financiamiento y la gestión del sistema de salud; conocer y considerar el estado de la salud de las mujeres y de los hombres y sus determinantes, identificando las desigualdades y afrontándolas; garantizar el acceso efectivo a la atención según las necesidades diferenciales de mujeres y de hombres; así como alcanzar y mantener un balance en la distribución de la carga de responsabilidades de hombres y de mujeres en el autocuidado de la salud y el cuidado de otras personas. Sin olvidar que nos permite identificar los riesgos relacionados con el tipo de actividad y los patrones de comportamiento que los estereotipos y roles de la masculinidad o la feminidad establece, la influencia del género en la percepción de los síntomas de enfermedad, las diferencias en el momento de búsqueda de atención médica de mujeres y hombres, y las diferencias entre mujeres y hombres en la manera en que se asume o no el papel de persona enferma o cuidadora.
A través de la siguiente guía, se puede ampliar información sobre cómo incorporar la perspectiva de género en la Educación para la Prevención y la Promoción en la Salud, y además, revisar estrategias y tips para el diseño de talleres en EpS con perspectiva de género.
Para más información consulta los siguientes enlaces:
- Observatorio de Violencia
- Guía orientativa para facilitar la incorporación de la Perspectiva de Género en Talleres de EPS
- Educación para la Salud. Concepto abstracto, práctica intangible
- Recursos OEBE para la práctica clínica basada en evidencias. Educación para la Salud
Recuerda que en www.educarenigualdad.org puedes encontrar herramientas didácticas y materiales de apoyo para implementar la práctica coeducadora en los diversos ámbitos educativos, especialmente en los Centros educativos.
Este #28M te recomendamos el material elaborado por el Instituto Andaluz de la Mujer
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