El ejercicio de un lenguaje sexista y excluyente reproduce violencias al invisiblizar a las mujeres del discurso, además de reproducir estereotipos nocivos de género. ¿Dónde identificamos estas manifestaciones sexistas? Pueden dividirse en dos operaciones principales: la exclusión y la degradación.
La exclusión
La exclusión se refiera a aquellos usos del lenguaje que excluyen a las mujeres del discurso y en consecuencia invisibilizan su existencia. El mejor ejemplo es el uso del masculino como falso universal, ya que no incluye a las mujeres. Hablar de “todos” cuando no se habla sólo de hombres, de la “historia del hombre” para referirse a la historia de la humanidad, son sólo algunos ejemplos. De esta manera se construye un universo discursivo en donde asumimos que las mujeres pueden estar incluidas o no, pero es una historia y un relato del cual parecieran subsidiarias.
La degradación
Por otra parte, cuando se habla de degradación, tiene que ver con los usos que desvalorizan todo aquello considerado como “femenino” o relativo a las mujeres, y donde además son ubicadas como subalternas o inferiores a los varones. Ello puede verse manifestado en el uso que la lengua castellana realiza de ciertas palabras que no tienen el mismo significado si se refieren a hombres o a mujeres, y también los vacíos léxicos. Por lo general, el concepto asociado a lo femenino es el que tiene una carga degradante, y muchas veces una demarcación moral en torno a la sexualidad de las mujeres. Podemos pensar en el ejemplo de zorro/zorra, hombre público/mujer pública, bruja/brujo, perro/perra, y sus dobles significados degradantes en el caso femenino.
También en el caso de los roles y profesiones, gobernante/gobernanta, asistente/asistenta, secretario/secretaria donde su dual femenino suele ser un menor cargo. Si bien el uso de las palabras tiene que ver con el proceso histórico donde las mujeres fueron adquiriendo derechos y acceso a estudios y profesiones en igualdad a los hombres, existe una resistencia a feminizar cargos. Por ejemplo, seguir diciendo la médico, y no la médica aunque sea una mujer quien detenta la profesión. Mientras tanto, cuando son los hombres quienes ingresan a un profesión feminizada, la misma transforma su nombre, por ejemplo el cambio de azafata a auxiliar de vuelo.
Asimismo, sucede que en muchas palabras el vocablo femenino está ocupado por otro significado precedente. Por ejemplo, músico/música o jardinero/jardinera. En la primera se entiende que nos referimos a la profesión, pero en el vocablo femenino pensaremos que no refiere a una profesión, sino a otro significado.
Por último, aún existen costumbres que supeditan a las mujeres y ponen el foco en lo que aún importa socialmente sobre ellas: su estado civil –en consecuencia su vida sexual-. Por ejemplo, la diferenciación entre señora o señorita, cuando los hombres no reciben un trato diferente por estar casados o solteros.
¿Cómo podemos contrarrestar estos usos sexistas?
Existen dos estrategias principales mediante un lenguaje con perspectiva de género, no sexista e incluyente:
- El desdoblamiento de palabras y artículos en género masculino y femenino:
- “los y las integrantes del equipo deberán…”
- “los jugadores y las jugadoras de la primera ronda son…”
- «todos y todas»
- Otras estrategias para evitar el masculino universal como falso genérico:
- Utilizar palabras genéricas reales: “todas las personas están invitadas a…” en lugar de “todos están invitados…”.
- Utilizar sustantivos colectivos: «el funcionariado», en lugar de «los funcionarios».
- Evitar los artículos y utilizar palabras determinantes (cada, quien, quienes): “quienes lleguen tarde tendrán una sanción” en lugar de “los que lleguen tarde serán sancionados”.
- Utilizar construcciones: “el equipo de ventas” en lugar de “los vendedores”.
En conclusión, es necesario comprender que a través del discurso también construimos el mundo en el que vivimos, y es por eso que un lenguaje no sexista e inclusivo nos permite crear un mundo sin violencias.
Para encontrar herramientas didácticas para trabajar el lenguaje no sexista, consulta este enlace.
Este artículo forma parte de la campaña de activismo que se lleva a cabo con motivo del día 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en el marco del “Programa para Educar en Igualdad y Prevenir la Violencia de Género. Hacia un voluntariado por el Buen Trato” de Fundación Mujeres, con la financiación del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 a través de las Subvenciones del 0,7 a actividades de interés social.