Yo pago

–Yo pago– fueron las palabras que de manera espontánea emergieron de mis labios, pero ella con su mirada emitía rayos cóncavos que atravesaban el caparazón de mi ser; –¿sucede algo? – pregunté en aras de comprenderla, pero sólo me miró esperando encontrara la respuesta en la profundidad de sus ojos. Pronto ella irrumpió con una voz trepidante que guardaba una mezcla de incomodidad y decepción –¡Te dije claramente que yo pagaría la siguiente vez que saliéramos–; confundido pero determinado respondí –lo siento, pero mis padres me han enseñado que un caballero debe siempre pagar la cuenta–; –y a mi a ser sumisa, callada, tierna y a cuidar de otros, pero escúchame hoy no dependemos el uno del otro como nuestros padres lo hicieron en su tiempo, no tenemos que ser ellos, abre los ojos ¡tú también eres una víctima!- puso el billete sobre la charola, tomó con fuerza mis manos y mirándome a los ojos pronunció –hoy ser caballero ya no es cuestión de género–.

Valedy