¿Y ahora, qué?

Ha pasado la vida, la mía…
Recuerdo aquel día, un nuevo Otoño.
Bajaba en silencio, por aquellas largas e inmensas escaleras. El taxi esperaba.
Mis cajas estaban rumbo a ese país desconocido. El corazón latía a mil por hora. La suegra se encontraba en la primera planta, con la asistenta. Tú te fuistes temprano, como siempre, al trabajo.Me dijistes: No tardes. Yo, no llegue nunca…
Me marché a lo desconocido, deje todo. A mis hijos, esos adolescentes ausentes para siempre de mi vida; la familia, amigos, el hogar, trabajo en común, el país, mi vida… tus gritos.
Me marché en busca de mi esencia, de la libertad de vivir en paz y armonia. Con nuevos Aires, puros y limpios.
El precio pagado ha sido muy alto. Mereció la pena.
Sí, a pesar de la amargura del proceso, del silencio de los hijos adolescentes entonces, adultos ahora, que tú contribuistes.
A pesar del bloqueo de las cuentas, de no pagar la S.Social. A pesar de mi contribución a levantar contigo la empresa; porque según decías, yo era “el motor de todo”. Mi locomotora, se canso, agotó… a pesar de trabajar parte de mi vida, sin cobrar un duro, sin apenas cotizar. Sí, mereció la pena.

Marina