Víctimas

La muralla absorbía los ojos desde dentro. Robaba lágrimas. Ponía mohines insatisfechos. Tomaba cada sueño que permanecía en el vitral de sus alturas y lo asesinaba en los ojos de la ciudad, cortando los horizontes.
El tiempo adormecía dejando que perduren los silencios. Cuando la palabra dejó de ser, se acrecentó la guerra, en poco tiempo la savia estaba derramándose. Todo se apresuró, sirenas, manos, camillas, gazas, blancura, pero la amenaza creció a herida y la garganta calló todo, por llevar aliento.
La noche vendía una y otra vez, había carne, labios, besos muertos, placeres perdidos, disturbios de luna sonrojada. Se repudiaba, aunque su matriz era pura, los incisivos recuerdos no, y se dejó vivir para que la soledad la mate, pero irónicamente, en ese mundo, había otro sueño. El Minotauro escondía su tributo para no estar solo.
Pensaba volver, pero no tenía ovillo mágico y la salida, estaba repleta de desquicios asediándola. La venta siguió royendo las esperanzas.
El toro de la muralla la liberó, quedó preso de sus males. En las celdas de aquel laberinto, en Creta, desesperaba, al descubrir su claustrofobia.

“Anuario”

Edwin Antonio Gaona Salinas