No más Caperucitas

Nunca vio más adulto allí que el vendedor. Aún maldice cada día el momento en que entró por primera vez a la tienda de chucherías tras aquella cortina gruesa, áspera y gris como su uniforme de colegio. Solo su cuerpo y el lobo saben lo que pasó: – Guarda silencio, decía cerrando la cortina – ¿qué quieres que te dé hoy? -una nube, decía ella. Tras ella entraban a otros. No sabe cuántos niños comía al día aquel depredador.
“No cojas nunca caramelos de extraños”, le decía su madre. Nadie nunca le explicó nada más.
Dicen que ahora los lobos ya no se esconden tras cortinas y que actúan en manada. A ella le enseñaron a ser buena niña, obediente y disciplinada y eso fue precisamente su ruina. Ya no soporta el dulce.

PANDORA