Las perlas rotas

Cuando llegaba una cuenta a casa, ya sabía que habría una discusión, “yo traigo todo a esta casa”, “no se ve lo que trabaja” gritaba mi papá, mi mamá con un tono de voz bajo, señalaba lo que pagaba en la casa y el mercado diario que aportaba, “eso son chichiguas” con eso él cerraba la discusión. Al rato, con las “chichiguas” que ella compraba, hacía café con leche y sándwich, yo se lo llevaba hasta el estudio, no decía nada y solo comía. Así sucedió muchas veces.
Otra vez dicutiendo, atenta vi como todo su guardarropa era arrojado por la ventana, mi madre solo lloraba. Yo con 10 años, bajé hasta el primer piso y sigilosamente recogí sus cosas una por una, no quería que un vecino me viera, no quería que supieran que en mi casa se peleaban.
Esta vez no gritó tanto, solo se dirigió hasta el mueble de mi madre, buscó entre sus cosas, y de una caja grande sacó el collar que él mismo le había regalado, lo rompió a pedazos y lo arrojó hacia ella.
Hoy siguen juntos, me hablan del amor que perdura con los años, yo solo recuerdo el silencio de mi madre y su cosas siempre destrozadas, dañadas. Ahora me pregunto si destruir sus cosas no era una forma de destruirla a ella. Y de paso a mi.

Hadina