Hotel

Al contacto de la tarjeta con el lector, la puerta se abrió con un chasquido para mostrarme el contenido de la habitación: un sobrio dormitorio y aquel cuerpo desnudo sobre la cama. Me esperaba con un brillo goloso en la mirada. Calculé el contacto necesario para la interacción, al tiempo que reprimía la punzada instintiva de asco.

Me abstraje lo posible y empecé el trabajo. Mis movimientos gráciles se ofrecían a dirigir la acción, pero así no pareció gustarle el juego. De pronto, sus manos me apretaron diciendo que suyo era el poder. El lenguaje que utilizó no lo deseo a ninguna mujer. Al terminar, se deshizo del dinero que traía en el bolsillo y se fue, quedando ahora mi cuerpo desnudo sobre el colchón.

Yo ya me había ido antes.

Alecrín dourado