El tren de la libertad

Primero fueron las palabras, hostiles. Después su mundo se hizo más pequeño. Familia, amigos, trabajo. Dejó todo. Y al pedirle explicaciones sobre la cuenta corriente vacía, llegó el primer puñetazo. El silencio la fue envolviendo hasta sellar su garganta. Su mente no paraba. Seguir con él o sin él, el amor de su vida, su marido, su compañero. Pasado un tiempo empezó a meter en una maleta sus miedos, su dolor, sus lágrimas, y esa sensación de pérdida que nunca le abandonaba. En la maleta no cabía nada más. Alguien en su interior le susurró con voz rota que cogiera la maleta y se la llevara a un lugar lejano. Su vida estaba en juego y no había tiempo. Y se decidió. Ahora está asustada, indefensa, y sin dinero. Pero ha cogido la maleta, esa que fue llenando con cada insulto, con cada golpe, con cada lágrima derramada, y ha salido a la calle. No importa el camino, lo único que realmente cuenta es caminar, leyó una vez. Y más que caminar, ella corre por entre personas que piensan que va a perder algún tren. Y no se equivocan, piensa ella con media sonrisa asomando tímida entre tanta tristeza que la asola, llego tarde a coger el tren de la libertad, y ese, para todas, es gratuito.

Enreda.